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C/ Toledo, 39.
Madrid, 28005.
Tfno. 913651271
Fax 913656833
Fecha actualización:
23.05.07
ituado en el corazón de la capital, cerca de su Plaza Mayor, el Instituto San Isidro tiene el privilegio de ser probablemente el centro educativo más antiguo de España, heredero de los Estudios de la Villa (1346), del Colegio Imperial (1603), y también de los Reales Estudios (1625), por nuestras aulas pasaron el Seminario de Nobles, la Academia de Matemáticas de Felipe II, la Facultad de Medicina, la Escuela de Arquitectura, la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Artes. Los mejores tratados de enseñanza de la España del pasado, fueron redactados por personas vinculadas a este centro.
Durante su fructífera vida ha sido testigo de la presencia de alumnos y profesores que, posteriormente, han pasado a formar parte de la historia de España: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco Quevedo, Nicolás Salmerón, los hermanos Machado, José Canalejas, Jacinto Benavente, Juan de la Cierva, Eduardo Dato, Pío Baroja, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela, entre otros muchos y hasta nuestro rey, Juan Carlos I.
La historia del centro es bastante dilatada y llena de sucesos. Los principales hitos para conocerlo son los siguientes:
María de Austria y la Compañía de Jesús.
Los inicios: La fundación.
Carlos III y la caída en desgracia de los jesuitas.
Creación de los Institutos de Segunda Enseñanza -1845
La histórica biblioteca del Colegio Imperial
María de Austria y la Compañía de Jesús.
Antes de empezar hay que conocer más detalladamente a sus fundadores, sin los cuales no se podría explicar la Historia del Colegio: María de Austria y la Compañía de Jesús.
La protagonista clave en los inicios del Colegio Imperial, fue la Emperatriz María de Austria, primera hija del Emperador Carlos V. Nació en 1528 y el destino y la política de su padre, la llevó a casarse con Maximiliano II (1564-76), Emperador del Sacro Imperio Germánico.
La época que le tocó vivir fue la de las Guerras Religiosas en Centroeuropa debidas a la Reforma protestante. María de Austria, con un fuerte carácter religioso, se casó con Maximiliano cuyas tendencias protestantes y libertinaje era bien conocidos. Esto, marcó aún mas a María que se encerró en sus convicciones católicas con claras intenciones de querer contener las aspiraciones de su marido.
Los jesuitas, encargados por la Iglesia de Roma de la Contrarreforma, estaban lidiando su batalla religiosa, Es aquí donde María llega a conocerlos más profundamente y entabla un fuerte vínculo de amistad y admiración.
En 1576 muere Maximiliano y María vuelve a España. En Madrid se retira en el Convento de las Descalzas Reales. Se interesa por el colegio, recién fundado (1566), de los jesuitas, y, en 1583, sale de su retiro de las Descalzas para visitar el pequeño colegio que, originariamente, estaba en la zona de la actual calle Imperial. Ella está convencida de que la labor educativa de los jesuitas es el camino más efectivo para acabar con la Reforma protestante y el ambiente relajado que domina la época.
Esta idea, junto con el hecho de que el colegio estaba en precaria situación, hacen que a su muerte, en 1603, dejase en herencia prácticamente todas sus posesiones al colegio de los jesuitas de Madrid. Este fue el inicio del Colegio Imperial. En unos terrenos, antigua propiedad de la Emperatriz, de la calle Toledo se construye el nuevo edificio, que desde 1608 alberga al Instituto.
El otro protagonista que marcó un fuerte carácter en la historia del centro fue la Compañía de Jesús.
Tal como se ha dicho anteriormente, parte esencial de la actuación de la Reforma Católica corresponde a la Compañía de Jesús. El apostolado y la educación juegan en este caso un papel importantísimo. Sus colegios superiores fueron los primeros centros educativos en muchas tierras.
En contraposición de lo que venía siendo las ordenes religiosas hasta este momento, los jesuitas destacaron por romper con las normas tradicionales escolásticas y abrieron la puerta a la investigación científica y a la crítica constructiva en las demás ciencias, haciendo suyo el espíritu humanista del momento.
A partir de 1648 (Paz de Wesfalia), el carácter "belicoso" de la orden contra el protestantismo, desaparece. A Europa le llega la paz religiosa y la Compañía de Jesús y, en general, el movimiento de reforma católico decaen. Los jesuitas caen en el trabajo monótono y rutinario de la predicación y los colegios, aunque, hay que hacer la excepción de las misiones.
Durante este período, la orden va a adentrarse en polémicas doctrinales y litúrgicas que le van a crear bastantes enemigos. Ya en el s. XVIII se va a ir notando, cada vez más, un movimiento de oposición hacia la Compañía provocado por viejas polémicas y acusaciones de laxismo moral, insubordinación e intervencionismo en política, que hacen que sean expulsados de varios países y en 1767 de España. Es, a partir de estos hechos, cuando, sobre todo las Reyes borbónicos, luchan para que Roma suprima la orden, lo cual, llega en 1773. Sin embargo, Pío VII en 1814 decretaba su restablecimiento con carácter universal.
A pesar del rápido restablecimiento de la orden, los jesuitas perderán la hegemonía y la influencia que antes tenían. El antiguo Colegio Imperial de Madrid volverá a sus manos de forma intermitente hasta que en 1836 fueron expulsados definitivamente de él.
Los inicios: La fundación.
Una de las características del nacimiento de los nuevos Estados en los ss. XV y XVI es el centralismo administrativo. Esta característica, en España, se va reflejar en la decisión de Felipe II de trasladar la Corte a la Villa de Madrid y hacer de ella su capital permanente, Esto ocurría en 1561. Poco antes los jesuitas ya conocían tal medida gracias a la información "privilegiada" que les había pasado el Duque de Feria en Londres. Ante tal noticia, San Francisco Javier, general de la Orden en ese momento, cree interesante fundar un colegio en la futura capital del Reino. Estar cerca del Rey y de su Corte es siempre beneficioso y, además la nueva Corte no contaba con una infraestructura educativa propia del nivel que va adquirir. Así, en 1566, los jesuitas, fundan un pequeño colegio cerca de lo que después sería la Plaza Mayor de Madrid.
A pesar de los beneficios que esto traería para la Villa, el Ayuntamiento no estaba dispuesto a conceder el permiso necesario para abrir el centro. La razón es que Madrid ya contaba con los Estudios de la Villa, dependiente del concejo y fundado en 1346 y el colegio suponía una clara competencia para el Estudio de la Villa. Pero el poder de los jesuitas hace que el Ayuntamiento ceda y dé su consentimiento. Pocos años después, el propio Estudio de la Villa sería absorbido por el Colegio de los jesuitas. A principios del s. XVII, con la muerte de María de Austria en 1603, el Colegio crece en importancia gracias a su testamento a favor de los jesuitas del colegio. Sin embargo, no es hasta 1609 cuando el Colegio adquiere el titulo de "Imperial" y ello es debido a los litigios que se tienen con los sucesores de la emperatriz que exigen que, debido a esa herencia, debe proclamarse a María de Austria como benefactora y patrona del Colegio y que el mismo pase a ser denominado "Imperial".
El Colegio va adquiriendo fama e importancia de tal modo que la misma Corona quiere intervenir en este fenómeno para no desaprovechar este momento que les puede brindar prestigio y mayor respaldo popular, máximo si el artífice de esta intervención es, realmente, el Conde Duque de Olivares, personaje bastante impopular. El plan que tiene el Conde Duque es crear una Universidad en Madrid en el Colegio Imperial. La ciudad lo necesitaba.
Madrid, al recobrar el titulo de capital, había crecido en importancia y necesitaba tener unos estudios a nivel universitario para no depender de la vecina Alcalá o de la prestigiosa Salamanca.
Estamos en la época dorada de las antiguas universidades. Las ciudades que albergaban a estos centros se veían rápidamente enriquecidas en todos los sentidos gracias a los negocios que aparecían en torno a a la universidad. Los estudios universitarios, además, se habían "popularizado" y la nobleza había comprendido lo importante y prestigioso que era el tener en la familia a licenciados universitarios, por lo que mandaban, con todo orgullo, a sus hijos, a estos estudios superiores.
Por otro lado, casi todas las universidades estaban regidas por religiosos, los cuales, poseían el monopolio educativo, pero estas órdenes no veían bien el arrollador crecimiento de la Orden jesuita que se estaban introduciendo en el mundo docente.
Plano de Madrid de Texeira del 1656 donde se puede apreciar el Colegio Imperial
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Por todo lo anterior, se produce una fuerte lucha, encabezada por las Universidades de Salamanca y Alcalá, en contra de la creación de una nueva universidad en Madrid, donde estaba la Corte, de la que procedían la mayoría de sus alumnos. Su lucha es tan dura que, al final, consiguen que Felipe IV funde unos Estudios Reales, en 1625, con carácter de superiores pero privándole el derecho de otorgar títulos oficiales y rebajando su dotación anual. Así muchos alumnos iniciaron sus estudios en el Colegio pero, después, se marcharían a las universidades de Alcalá o Salamanca para sus estudios superiores como es el caso, de Lope de Vega. Quevedo, ... etc.
En 1725, Felipe V, a imitación del Colegio de Luis el Grande en París, funda dentro del Colegio Imperial el Real Seminario de Nobles, en el que un número reducido de personajes podía desde aprender las primeras letras hasta iniciarse en las lenguas clásicas y modernas o en la religión, la filosofía, las leyes y las ciencias.
A modo de anécdota decir que un horrible hecho conmocionó a la capital en 1755, el terremoto de Lisboa también se dejo sentir en Madrid y los únicos daños que produjo fueron la muerte de dos niños de apenas 10 años de edad por la caída de una Cruz de piedra situada en el Colegio y otra de la fachada de la Iglesia del Buen Suceso.
Carlos III y la caída en desgracia de los jesuitas.
De todos es sabido que el s. XVIII es denominado el "Siglo de las Luces". El significado de esta expresión es claro: durante este período, la historia quiere desempolvarse del ostracismo de los tiempos pasados. Lo primordial va ser la claridad de la razón, la lucha contra todo oscurantismo y la defensa de la verdad científica frente al dominio religioso del conocimiento. Sin embargo, muchas veces, a lo largo de la historia, las situaciones de "limpieza" han servido, también, de excusa para que gentes o instituciones impongan sus modelos en beneficio propio. Es el Despotismo Ilustrado. Carlos III va a ser nuestro máximo exponente en este sentido. Nada más subir al trono (1759) va a iniciar una serie de reformas encaminadas a modernizar y dinamizar unas estructuras sociales, económicas y, por supuesto, culturales, que provenían del pasado y que estaban anquilosadas.
Sin embargo, el primer escollo con el que se encontrará será el mismo pueblo, el cual, es reacio a los cambios bruscos, ya que, su ritmo de cambio es más lento. Así en 1766, se produce el Motín de Esquilache bajo el pretexto de las nuevas medidas sobre la indumentaria, aunque, en el fondo, los verdaderos motivos fueron el rigor de ministros impopulares extranjeros y el odio, por parte de la nobleza, al Marqués de Esquilache.
La Iglesia va ser un objetivo claro y primordial en la mente de Carlos II. Sus viejas estructuras, sus tradiciones y privilegios adquiridos, son un obstáculo para su nuevo estilo de gobierno, donde la Iglesia debe subordinarse a la Monarquía.
La Compañía de Jesús era la orden más influyente y mejor organizada de España. Su claro predominio dentro de la Casa Real, su monopolio educativo, su ferviente antiregalismo, le procuraron numerosos enemigos entre los personajes ilustrados y, por supuesto, el mismo Rey. Por esto, utilizando como excusa el recién Motín de Esquilache en el que se involucra a los jesuitas y siguiendo, también, la corriente antijesuítica que recorre las Corte ilustradas europeas, los expulsa de España en 1767. Este hecho es uno más en el proceso de fortalecimiento de la Monarquía frente a la dispersión del poder protagonizada por nobles y eclesiatiscos. Este hecho, también, va a suponer que la Corona pueda monopolizar uno de los instrumentos más importantes para poder introducir reformas sin grandes traumas: la educación.
La enseñanza en España había llegado al S. XVIII en un estado penoso, con métodos y materias anticuadas, casi medievales. La reformas de Carlos III también la va a afectar. Tras la expulsión de los jesuitas, el Colegio Imperial desaparece y en 1770 se restituyen y amplían los Estudios Reales creados en 1625 por Felipe IV. Ahora, pasaran a llamarse Reales Estudios Superiores de Madrid. Se trata de un centro educativo laico, dirigido por laicos (Manuel de Villafañe fue su primer director), con un claustro de profesores elegidos por oposición ( a ellas se presentaron, entre otros, Jovellanos y Fernández de Moratin sin lograr plaza), con la implantación de libros de texto, con una renovación de materia y con un control directo del estado.
Sin embargo los Reales Estudios tenían un lastre que le impedía un mayor desarrollo: sus estudios superiores no estaban reconocidos oficialmente por las antiguas pugnas universitarias contra el Colegio Imperial. Pero, las universidades en este periodo están pasando por unas de sus peores etapas debido a que se han quedado viejas y anticuadas y su influencia es, cada vez, menor. De esta forma, le va a ser fácil a Floridablanca, en 1787, implantar el reconocimiento académico a los estudios superiores de los Reales Estudios llegando, así, a unos niveles universitarios.
Con el tiempo, a los Reales Estudios se le añadiría el apelativo de "San Isidro" (concretamente, la primera mención aparece en 1788). Pero este añadido no es oficial sino que, popularmente, se le empieza a denominar así y ello es debido a que Carlos III, en el intento de borrar toda presencia de los jesuitas, traslada los restos de San Isidro, que estaban en la Parroquia de San Andrés, a la antigua iglesia del Colegio Imperial que, a partir de ahora, se llamará Real Colegiata de San Isidro.
La definitiva expulsión de los jesuitas se produce en 1836, poco antes se produce un hecho que prácticamente da por cerrada su presencia en el centro. En el verano de 1834 el cólera se extiende por media España. En Madrid se corre la voz que han sido los frailes los que han envenenado las fuentes y propagado la epidemia. El pueblo irritado por los numerosos problemas a los que hacen frente, asalta conventos y asesina frailes. Así el 17 de julio de 1834 el colegio de los jesuitas fue teatro de una horrible matanza de frailes a manos del populacho enloquecido; hasta dieciséis jesuitas, entre ellos el P. Artigas, insigne arabista, fueron asesinados a tiros o sablazos y sus cuerpos mutilados con refinamientos de exquisita crueldad. quien quiera conocer tan luctuosos acontecimientos puede consultar el tomo VII de la Historia de los heterodoxos españoles de D. Marcelino Menéndez Pelayo o los Episodios Nacionales "Un faccioso más y algunos frailes menos" de D. Pío Benito Pérez Galdós.
Creación de los Institutos de Segunda Enseñanza -1845
Realmente, la fecha de 1845 supuso una normalización para la situación tan caótica que vivía los Reales Estudios desde el final de la Guerra de la Independencia. Para describir, detalladamente, tal situación, deberíamos de hacer un capitulo aparte, pero trataremos de describirlo sin necesidad de un nuevo capitulo.
La confusión en el país estalla terminada la Guerra de la Independencia, cuando los españoles, liberales y progresistas, deseosos de la implantación de una Monarquía Constitucional, se encuentran, se encuentran con la vuelta de un rey, deseado en un principio, cuya única aspiración es volver a implantar la tiranía el antiguo régimen, ya superado, gracias a la Revolución francesa, en casi toda Europa.
La restauración triunfa y con ella todo lo que era propio de una época pasada, oscurantista y retrógrada. Los primeros en aprobar esta vuelta es la Iglesia y, como era de esperar, vuelven los jesuitas de su destierro y, así , en 1816, se hacen a cargo, de nuevo del Colegio.
Sin embargo , cada vez más, la situación se complica. El triunfo de los liberales en 1820 gracias al Levantamiento de Riego hace declinar al rey a una situación más liberal y progresista y los jesuitas vuelven a ser expulsados del Colegio en cual se cierra y se instala la Universidad Central. Pero en 1823, tras la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, se inicia el segundo periodo absolutista y con ellos vuelven los jesuitas, otra vez, al Colegio y cerrándose la Universidad Central. Durante este periodo, los jesuitas, viéndose protegidos por el rey, van a ignorar, por completo, las directrices gubernativas sobre educación, manteniendo sus propios métodos y organización.
A la muerte de Fernando VII, su esposa, María Cristina, va a asumir la Regencia hasta la mayoría de edad de Isabel II. Este periodo va a ser de una gran inestabilidad producida por el inicio de las Guerras Carlistas, por el cariz conservador del gobierno que pone nerviosos a los progresistas, por las constantes conspiraciones, etc. . El asalto a los conventos y al colegio Imperial puede, casi, considerarse como el final de la presencia de los jesuitas en el Colegio, ya que, poco después, en 1836, con los decretos de Olozaga y Mendizabal, serían expulsados, por cuarta vez, de forma definitiva, pasando, de nuevo, el Colegio Imperial a ser de los Reales Estudios. En esta situación tan caótica e indecisa llegamos a 1845. Isabel II está en el trono y su reinado está dominado por las tendencias moderadas. Una de sus mayores preocupaciones es ir haciendo de España un país estable y bien organizado. La educación , tan desatendida anteriormente, va estar, a partir de ahora, entre los principales puntos de acción en los partidos políticos.
Pedro José Pidal, político moderado, fue nombrado Ministro de Fomento en el gobierno de Narvaez de 1845. Bajo su ministerio, Pidal presento la que podría ser considerada primera gran ley española sobre la educación. En ella se regula el funcionamiento y las nuevas directrices de las universidades, la normalización de los centros de segunda enseñanza, la enseñanza privada.. etc. Para los Reales Estudios, esta ley, le va a afectar por doble partida.
Primeramente, esta ley, va a cerrar una serie de universidades cuya existencia y servicio eran, prácticamente, nulos. Es el caso de la universidad de Alcalá de Henares, la cual, había entrado en una fase de total decadencia. Además esta ley preveía la creación de la Universidad Central de Madrid por lo que, una segunda universidad tan cercana a la capital, se veía como un gasto innecesario y poco rentable. Así, se crea la Universidad Central pero antes de que esta poseyera una infraestructura docente propia, por lo que se va a utilizar una serie de edificios en Madrid para albergarla. Unos de ellos será parte de los Reales Estudios en el cual se instala la Facultad de Filosofía y Letras. Posteriormente, también, se instalaría la Escuela de Arquitectura, la de Artes y Oficios (que aún se mantiene aunque independiente del resto de edificios.), y la de Diplomática. A esta nueva universidad no solo aportaron los Reales Estudios parte de su edificio, sino, también, parte de su profesorado, su gran biblioteca, los laboratorios.. etc., La actual universidad Complutense de Madrid (antigua Universidad Central) ha heredado gran parte de los fondos del Colegio Imperial.
En segundo lugar, como consecuencia de la nueva ley de Pidal se constituirá el Instituto de Segunda Enseñanza "San Isidro" que, junto al Cardenal Cisneros, fueron los dos primeros institutos de Madrid. La Ley Pidal contemplaba una organización de estudios de enseñanza media muy complejo de tal modo que los estudios medios estaban ligados a los superiores formando lo que llamaba una Facultad.
A partir de ahora, el Instituto de San Isidro perderá toda autonomía rigiéndose siempre por las normativas, a veces caprichosas, de los gobiernos que se sucedían, Pero esta pérdida de personalidad propia no supuso una decadencia sino todo lo contrario ya que aumento el prestigio del Instituto debido a su pasado y a su prometedor presente. Con una enseñanza oficialmente reglada y con un buen claustro de profesores la fama del Instituto iba creciendo de tal forma que casi podríamos decir que los cien años siguientes de su historia fueron su época más "dorada".
De todas formas los alumnos del instituto siempre ayudaron a crear un ambiente castizo y bullicioso en el centro de Madrid. Ya en el año 1858 crearon problemas de orden público, llegando unos improvisados artilleros durante el carnaval a disparar un cañoncito a las puertas mismas del edificio, lo que dio lugar a que el director del centro tuviera que elevar un informe al rector de la Universidad Central. Este hecho se vio recogido en una coplilla de la época que decía así: " En la calle de Toledo hay un colegio famoso, donde van todos los chicos a aprender a hacer el oso".
Tomado del libro "Una breve historia del Instituto San isidro" de Justo Corbacho y de artículos de D. Enrique Avilés
La histórica biblioteca del Colegio Imperial
El Colegio Imperial de los Jesuitas formó la más importante biblioteca que ha habido en Madrid hasta el siglo XVIII, constituida por materiales de estudio, legados de diversos benefactores, y documentos varios de Jesuitas allí reunidos. Buena parte de esta biblioteca se encuentra hoy dividida entre la Universidad Complutense y la Real Academia de la Historia, quedando un resto testimonial en el Instituto de San Isidro.
El Colegio Imperial fue el auténtico centro de desarrollo científico español desde su fundación a mitad del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX. La dotación de las cátedras a cargo de prestigiosos matemáticos, en ocasiones traídos de fuera de España, contribuyó, sin duda alguna, a desarrollar el protagonismo de la ciencia matemática como elemento clave para el avance de otras ciencias auxiliares de gran importancia para el progreso de la época. Pero además de la labor docente y científica de los profesores, que queda reflejada en todas sus publicaciones, hubo una preocupación expresa por dotar a la biblioteca de esta institución de los libros de texto que en esos momentos eran clave en la evolución del pensamiento científico europeo y de los que no se disponía en España.
Sin duda con motivo de la inauguración de los Reales Estudios en 1629 leyó Lope de Vega su Isagoge a los Reales Estudios de la Compañía de Jesús, poema en que canta las diversas lecciones del acto inaugural: "Pero apenas cesó, cuando dijeron / cuantos su voz oyeron / que Eusebio Nerembergio la dictaba, / o que el mismo Aristóteles hablaba, / por quien en conducir los animales / gastó Alejandro de talentos de oro / una infinita suma / haciendo estimación de libros tales, / como de más espléndido tesoro". En efecto, aquí podemos ver el folleto que recoge impresa la Prolusión a la doctrina y historia natural que Nieremberg leyó en la inauguración de los Estudios Reales en 1629. Famosas fueron también las festividades organizadas por los alumnos con motivo de diversas celebraciones religiosas y civiles, como las beatificaciones de San Ignacio, San Francisco Javier y San Luis Gonzaga, y la canonización de San Francisco de Borja en 1672, en la que quizá se representó la comedia de Calderón de El gran Duque de Gandía. Para celebrar la boda de Carlos II con María Luisa de Borbón, en 1681, los estudiantes escenificaron la zarzuela alegórica titulada Vencer a Marte sin Marte.
La academia de matemáticas poseía una gran biblioteca, además de “globos, espheras, cuerpos regulares y otros instrumentos matemáticos y geométricos.” Al disolverse la Academia en 1625 parte de estos materiales pasaron a los Reales Estudios de San Isidro, donde posiblemente ingresaron también los libros de su biblioteca. La importancia de las enseñanzas impartidas queda reflejada, no solo en lo que refiere a obras de los propios jesuitas sino, fundamentalmente, en cuanto a la adquisición de manuales y textos de estudio impresos fuera de España, pero considerados fundamentales para el estudio de las ciencias, muy especialmente la colección de libros de contenido matemático y que destacaba por su rareza. Gracias al colegio imperial se han conservado ejemplares únicos en España de autores como Juan Bautista Vimercato, Nicolás Freret, M. Newton, Johannes Kepler, Galileo o Isaac Newton entre otros..
Durante la guerra civil, al trasladarse poco antes los fondos bibliográficos a la nueva Facultad de Letras de la Ciudad Universitaria, donde se luchó durante la batalla de Madrid, se perdieron valiosos ejemplares ya que estos libros sirvieron como trincheras protegiendo a los combatientes. Fue el último servicio de éstos a la humanidad.
La biblioteca actual proyectada por Ventura de la Vega todavía cuenta con libros interesantes en su fondo antiguo que se encuentra en la planta superior y se ha remozado añadiendo nuevas tecnologías.
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