Como nuevos símbolos del Estado, se adoptaron los símbolos republicanos adoptados popularmente durante el siglo XIX: la bandera de tres franjas horizontales, de arriba a abajo: roja, gualda y morada. El morado se puso por ser el supuesto color del pendón las tropas comuneras, aunque realmente no llevaba ese color, lo que le da un gran error histórico. El escudo central era similar al anterior monárquico aunque la corona se había sustituido por una de tipo mural.De manera similar, se escogió como himno nacional el popularmente conocido durante gran parte del siglo XIX como el Himno de Riego, que venía a sustituir a la Marcha Real y, junto con la bandera tricolor y otros distintivos, al conjunto de símbolos monárquicos y tradicionalistas vigentes hasta el momento.Las buenas intenciones de la República se enfrentaron con la cruda realidad de una economía mundial sumida en la Gran Depresión, de la que el mundo no se recuperó hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En términos de fuerzas sociales, la Segunda República surgió porque los oficiales del ejército no apoyaron al rey, con el que estaban molestos por haber aceptado éste la dimisión de Primo de Rivera, y a un clima de creciente reivindicación de libertades, derechos para los trabajadores y tasas de desempleo crecientes, lo que resultó en algunos casos en enfrentamientos callejeros, revueltas anarquistas, asesinatos por grupos extremistas de uno u otro bando, golpes de estado militares y huelgas revolucionarias.
En España la agitación política tomó además un cariz particular, siendo la Iglesia objetivo frecuente de la izquierda revolucionaria, que veía en los privilegios de que gozaban una causa más del malestar social que se vivía, lo cual se tradujo muchas veces en la quema y destrucción de iglesias. La derecha conservadora, muy arraigada también en el país, se sentía profundamente ofendida por estos actos y veía peligrar cada vez más la buena posición de que gozaba ante la creciente influencia de los grupos de izquierda revolucionaria. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, la Segunda República sufrió un severo aislamiento, ya que los grupos inversores extranjeros presionaron a los gobiernos de sus países de origen para que no apoyaran al nuevo régimen democrático, temerosos de que las tendencias socialistas que cobraban importancia en su seno, terminaran por imponer una política de nacionalizaciones sobre sus negocios en España. Para comprender esto es clarificador saber que la compañía Telefónica era un monopolio propiedad de la norteamericana "International Telephone and Telegraph" (ITT), que los ferrocarriles y sus operadoras estaban fundamentalmente en manos de capital francés, y que las eléctricas y los tranvías de las ciudades pertenecían a distintas empresas (mayormente británicas y belgas). La consecuencia fue que no hubo una sola nacionalización durante el periodo republicano (sí hubo durante el franquismo), pero sin embargo el respaldo de las potencias fascistas alentó a muchos generales conservadores para que planificaran insurrecciones militares y golpes de estado. Sus intenciones se materializarían primero en la Sanjurjada de 1932 y en el fallido golpe de 1936, cuyo resultado incierto desembocó en la Guerra Civil Española. Por su parte, las democracias occidentales, temerosas de una dura guerra contra Alemania, no apoyaron al régimen legítimo de la nación española, salvo en coyunturas muy específicas, lo que no sirvió, en última instancia para evitar la Segunda Guerra Mundial.
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